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Berlín latía de vida, su resplandor de neón parpadeaba sobre las calles resbaladizas por la lluvia mientras Alina paseaba por el corazón de Kreuzberg. La fuerza de la ciudad resulta embriagadora: una mezcla de misterio, pasión y temeridad. Había venido allí para escapar, para perderse en el anonimato de la noche.
Y esta noche, estaba lista para rendirse.
El bajo de un club clandestino vibraba en sus huesos al entrar; el perfume a sudor, licor y algo prohibido impregnaba el aire. Observó la compañía hasta que su mirada se posó en él: alto, corpulento, con penetrantes ojos azules que brillaban bajo la tenue luz.
Su sonrisa burlona se volvió inestable, una provocación tácita. Levantó su bebida en un silencioso reconocimiento, invitándola a acercarse. Alina picó el anzuelo, sus tacones resonando contra el suelo de madera al acercarse.
Pareces perdida, murmuró él, y su voz profunda le provocó un escalofrío.
Quizás, bromeó ella, curvando sus labios en una lenta sonrisa.
Soy Luka, se presentó, rozando ligeramente los dedos con los de ella al pasarle un whisky. El contacto se convirtió en una fuerza eléctrica, una promesa de lo que sería el regreso.
Se movieron al ritmo de la música, sus cuerpos apretados, el calor latente entre ellos. Sus dedos rozaron su cintura, sus brazos apretándola mientras la acercaba más. Alina contuvo la respiración al sentir la fuerte presión de su cuerpo contra el suyo.
Ven conmigo, le susurró Luka al oído.
Lo siguió por las laberínticas calles de Berlín, más allá de muros cubiertos de grafitis y callejones tenuemente iluminados. Su loft se volvió brillante y moderno, con la fragancia a cuero y algo inconfundiblemente masculino llenando el espacio.
En cuanto la puerta se cerró, la elección explotó entre ellos.
Sus labios se estrellaron contra los de ella, discutiendo, devorando. Ella resopló cuando él la subió al mostrador; sus brazos se deslizaron bajo el dobladillo de su falda, explorando, coqueteando. La ropa desapareció, arrojada descuidadamente al suelo cuando sus pieles desnudas se encontraron, encendiendo un fuego que ninguno debía controlar.
Los labios de Luka recorrieron su cuello, su lengua rozando la piel sensible, arrancando un gemido decidido de sus labios. Sus dedos recorrieron su cuerpo con precisión experta, explorando cada curva, cada estremecimiento de placer.
“Eres extraordinaria”, murmuró en competencia con su piel, con la voz áspera por el deseo.
Ella se arqueó compitiendo con él, acercándolo más, sus cuerpos moviéndose a un ritmo tan antiguo como el tiempo. El exterior internacional se desvaneció, dejando solo la calidez, el orgullo, la extraordinaria sensación de ser consumida por completo.
Mientras el amanecer teñía el horizonte berlinés de dorado y rojo, Alina yacía enredada en los brazos de Luka, vibrando de satisfacción. Él trazó círculos perezosos sobre su piel, su tacto ahora más suave, casi reverente.
¿Sigues fuera de lugar?, preguntó con un brillo provocador en los ojos.
Ella sonrió, dándole un beso en la mandíbula.